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LA ARQUITECTURA DEL VINO

La arquitectura del vino
Tiempo de lectura:
10 minutos

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16/01/2012
Además de modernizar su producción, las bodegas se convirtieron en espacios vanguardistas que atraen tanto a amantes del vino como del diseño.

Templos del vino

Podríamos bautizar así a muchas bodegas en Mendoza que han dejado de ser fábricas de tintos y blancos para ganar protagonismo como espacios arquitectónicos rupturistas, que antes de tentar con las obras maestras de sus enólogos lo hacen con monumentales estructuras que nos sorprenden desde la distancia, con edificios que se integran a la Cordillera de los Andes, aun con formas tales como una pirámide, un plato volador o un diamante gigante.

Todas las que integran nuestra selección han dejado una impronta. Y las primeras en dar la nota, a fines de los 90, sin duda fueron revolucionarias para su época y sin quererlo se integraron en una transformación mundial de los espacios ligados al vino. Quienes fueron los iniciadores de esta tendencia, de una arquitectura icónica, como a ellos mismos les gusta llamarla, son los arquitectos Eliana Bórmida y Mario Yanzón, socios en el estudio que le cambió la cara a lo que hasta entonces eran las tradicionales bodegas mendocinas.

Eliana habla de proyectos como Salentein, Séptima, O. Fournier y DiamAndes, obras de arquitectura contemporáneas muy audaces, de vanguardia, que se convertirán en íconos.

Pero al mismo tiempo defiende la idea de racionalidad y funcionalidad, ya que no se trata sólo de belleza exterior, sino de espacios pensados para ser recorridos y disfrutados de punta a punta.

Otro denominador común de estas bodegas es la selección de materiales innovadores, que por un lado los aporta la industria (hormigón, acero, maderas, vidrio) y por otro se complementan con los emblemáticos de cada región (arena, piedras, rocas, granza). Esta fusión muestra estructuras en las que predominan los colores típicos de la naturaleza desértica y son marca registrada y expresión de esta dupla de arquitectos del vino.


Salentein VER BODEGA AQUÍ.

Desde Tunuyán en el Valle de Uco, a poco más de una hora de Mendoza, hoy representa la mejor oferta de turismo del vino en nuestro país, con bodegas para recorrer, restaurante, el museo de arte Killka, una posada con restó propio y numerosas propuestas para el visitante.

Pero esta enorme obra millonaria se fue construyendo en etapas. En 1998 fue una de las pioneras de la época, el primer gran proyecto vitivinícola del estudio Bórmida & Yanzón, el cual les fue encargado por los holandeses de Pon Holding.

"Hasta ese momento, la imagen y publicidad del vino estaban ligadas a la pampa húmeda. El propietario nos pidió una arquitectura con una fuerte imagen mendocina para sus vinos nuevos y un desarrollo a futuro de su turismo. Nosotros le pedimos que nos permitiera poner el edificio frente a la Cordillera de los Andes", recuerda Bórmida.

Hoy, en medio de cincuenta hectáreas de reserva natural, encontramos este complejo arquitectónico que se organiza a lo largo de un eje paisajístico. El interior de la bodega logra causar distintas sensaciones. Es que, como explican sus mentores, aplicaron un planteo cruciforme con una planta en cruz griega, tomada de la tipología religiosa, la cual da la sensación de un templo, con espacios oscuros con juegos de luz natural.


Catena Zapata VER BODEGA AQUÍ.

Su nombre es sinónimo de vinos premium, de ejemplares que fueron pioneros en conquistar el paladar en el exterior; es la bodega preferida por los extranjeros conocedores de las botellas con altos puntajes internacionales y, además, recientemente se ganó el título de "mejor bodega del nuevo mundo".

Situada en Luján de Cuyo, este templo del vino conocido como "la pirámide maya" (abierta en 2001), junto con la bodega Salentein se pueden disputar el título de pioneras de los grandes edificios.

Corría el año 1998 cuando Nicolás Catena y su hija Laura decidieron apostar por la construcción de esta bodega. La idea tenía que ver con la civilización maya y se encaró la estructura de un templo que comparte el simbolismo de las antiguas pirámides. El proyecto estuvo a cargo del arquitecto porteño Pablo Sánchez Elía.

Para su construcción eligieron la mayor cantidad de elementos mendocinos, como las piedras laja que revisten el interior y exterior. Entre los espacios principales para recorrer aparecen el anfiteatro, la sala con 5 mil barricas o la exquisita sala de degustación, donde la mesa de lapacho de una sola pieza invita a sentarse a degustar las creaciones del enólogo Alejandro Vigil.


Séptima VER BODEGA AQUÍ.

Fue otra de las pioneras en el año 2001, cuando la séptima bodega del grupo español Codorniú en el mundo abría sus puertas en Mendoza, en la zona de Agrelo, sobre la ruta internacional 7, para el asombro de locales y turistas que contemplaban el edificio, junto a los viñedos y el marco de la Cordillera.

El requerimiento al estudio fue que estuviese preparada para recibir visitantes, con la proyección de un restaurante y un wine bar. Y desde el punto de vista funcional la exigencia era que se desarrollara en una sola planta, todo a un mismo nivel, por lo que no cuenta con cava subterránea.

Con esa estructura, aprovecharon el techo para crear una gran terraza, que sin lugar a dudas hoy es la vedette de la bodega, ya que allí funciona parte de su restó y sala de eventos. Los atardeceres acompañados de una copa de espumante conforman un combo imperdible.


Fournier VER BODEGA AQUÍ.

"Queríamos un diseño emblemático que representara la vitivinicultura del Nuevo Mundo. Apostamos por un diseño «rompedor» para provocarle al visitante una reacción, ya sea positiva o negativa." Las palabras son las del propio dueño de la bodega O. Fournier, nos referimos al empresario español José Manuel Ortega Fournier, quien dejó su acomodada posición en el Banco Santander Río y se trasladó junto a su mujer y sus hijos a Mendoza para desarrollar el sueño de una bodega completamente innovadora.

Del otro lado, los ejecutores del proyecto recuerdan que Fournier les había planteado una bodega para construir en varias etapas, ecológica y con elaboración por gravedad. "Quería que represente al siglo XXI, con un diseño audaz, pero a la vez racional, que no se tratara de una loca fantasía", señala Bórmida.

Hoy cuando visitamos San Carlos en el Valle de Uco y nos aproximamos a esta bodega, desde la distancia, su silueta que contrasta con la Cordillera puede representar la forma de un plato volador. En realidad se trata de una gran cubierta liviana de acero, de 1900 m2 sostenida por cuatro cilindros, que forma un parasol cuadrado que cubre la plaza.

La cava, 9 metros bajo tierra, está bajo la plaza de visitantes, en un espacio con estructura de hormigón, de 50 x 50 metros, con una cruz de luz que ilumina la penumbra de guarda de barricas. Desde lo alto, los turistas pueden recorrer la cava por puentes suspendidos que llegan al centro de visitantes, desde donde se sube al restaurante.

Hoy por hoy, la oferta de esta bodega se ha convertido en un "stop" obligado en el Valle de Uco, no sólo por su arquitectura y sus premiados vinos, sino también por el restaurante, que con la cocina de Nadia Haron, esposa de Fournier, es uno de los que conjuga el mejor paisaje con una alta gastronomía de aires mediterráneos. Un menú en seis pasos que invita a pasar la siesta en el deck, junto al lago artificial.


Diamandes VER BODEGA AQUÍ.

Podríamos mencionarla como la obra más fastuosa de los últimos tiempos entre las bodegas mendocinas, con una inversión de 15 millones de dólares. Su glamour también se centra en que es una de las que conforman el denominado Clos de Los Siete, en Valle de Uco. Nos referimos al complejo pensado por el mundialmente conocido Michel Rolland, en el que convergen cinco bodegas de capitales franceses.

Los empresarios Alfred-Alexandre y Michèle Bonnie son los propietarios de esta bodega cuyo emblema es una dantesca escultura con forma de diamante que brota desde un patio subterráneo, y que comenzó a vislumbrarse cuando en 2003 viajaron a Mendoza para estudiar la posibilidad de sumarse al proyecto.

La arquitectura está inspirada en el nombre DiamAndes, que surgió como un juego de palabras entre "diamante" y "Andes". "Iban a incorporar vinos de altísima calidad en Mendoza y querían una bodega icónica, que tuviera una alta funcionalidad y fuera elocuente en su poder de comunicación", dice Bórmida sobre su más reciente obra.

La cava subterránea permitió hacer una terraza de visitantes, a la que se accede a través de una rampa peatonal desde los viñedos. Tiene el enorme emblema de la plaza central que mira a los Andes, contenida por dos modernos edificios de administración y de turismo, que están montados arriba de la bodega. Y en el centro de la plaza soñaron el megadiamante. "El resultado fue un sistema de estructuras tensadas con barras y tensores. Queríamos una escultura enorme, pero que no ocultara la imagen de la montaña. Y que resistiera los fuertes vientos que podemos sufrir en Mendoza." Armaron una estructura muy transparente, con la forma virtual de un diamante, de 8 metros de altura y 15 de diámetro. Además, el diamante apunta a una cripta, un cilindro central en la segunda cava, reservado para los vinos más especiales de la bodega y la colección de los dueños.

Las vedettes de cada templo

Si recorremos estas cinco bodegas emblemáticas desde su arquitectura, no podemos dejar pasar la degustación de sus mejores vinos. Por eso elegimos varias opciones de cada una, con distintos estilos y precios, para agendar para la hora de la visita.

En Salentein encontraremos numerosas gamas de productos, con una buena recomendación en sus Pinot Noir, en este caso vamos el tope de gama, el Primus, uno de los mejores del mercado, con 12 meses en barrica. Como novedad, el Númina, un corte en el que predomina el Malbec, Cabernet y Merlot, con lo mejor de la altura del Valle de Uco y la enología de José Galante.

En Catena Zapata, las líneas de vinos también son extensas y todas con excelentes puntajes. Con muy buena relación precio calidad, encontramos a los DV Catena Malbec-Cabernet. El Estiba Reservada es uno de los grandes: de la mano de Alejandro Vigil, el cosecha 2006 es uno de los más premiados.

En Séptima, una recomendación a ciegas son los espumantes, como el María Codorniú Brut Nature, elaborado con método tradicional y con la impronta de los cavas españoles. El Malbec Séptimo Día es un fiel exponente de Luján de Cuyo.

Fournier se caracteriza por contar con una gama de vinos, los Urban, que están entre los best buy del mercado, por debajo de los 10 dólares. El Malbec-Tempranillo 2010 con un leve paso por madera es uno de los recomedados. En su alta gama, sin duda el B Crux Blend 2007 y el Alfa Crux Blend, dan la nota.

De la joven DiamAndes por qué no recomendar para el verano su rosé L'Argentin de Malartic y si hablamos de tintos bien estructurados el DiamAndes de Ucomalbec 2009 y el Gran Reserva 2008, para beber ahora o esperarlos unos años más.


Fuente: Damian Weizman - Conexión Brando.


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