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¿VIEJO MUNDO O NUEVO MUNDO?: LOS DOS ESTILOS QUE REINAN EN EL NEGOCIO DEL VINO

¿Viejo Mundo o Nuevo Mundo?: los dos estilos que reinan en el negocio del vino
Tiempo de lectura:
5 minutos

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18/10/2011
Clara Cosentino, miembro de la Asociación Argentina de Sommeliers, analiza las características de los vinos argentinos y recomienda 5 etiquetas europeas.

Nuevo y Viejo Mundo son dos grupos que engloban un conjunto muy heterogéneo de países y productores de vinos muy heterogéneos también.

El término surgió para distinguir aquellos países que, fruto de la expansión europea en el mundo, introdujeron la vid en sus tierras, para encontrarse con regiones geográficamente muy diferentes y libres de las rigurosas denominaciones de origen.

Así nació una nueva manera de concebir al vino.

Es imposible pensar en un Nuevo Mundo del vino sin ser antecedido por un Viejo Mundo.

Hoy por hoy resulta más complejo diferenciarlos, ya que lo interesante de hablar en estos términos es justamente analizar la dinámica de su relación, que con el correr del tiempo, va acercándolos más.

Si pudiésemos distinguir algunas características comunes a cada grupo, podemos decir que el Viejo Mundo se caracteriza por su larga tradición vitivinícola, cuyo desarrollo histórico dio en el conocimiento de lo mejor de cada región. Esto se plasma en denominaciones de origen (DO), una serie de regulaciones en la producción y elaboración que garantizan no sólo la calidad del producto, sino también que el vino resulte la expresión de ese terruño: de su tierra, su clima, su cepa y su trabajo humano.

Los vinos del Viejo Mundo se caracterizan, entonces, por esta noción del terroir, y las DO tienden a maximizar y perfeccionar esa expresión.

Por ello, no hablamos de Pinot Noir, sino de Borgoña, o de Tempranillo, sino de Rioja. Cada botella encierra en su interior la esencia del lugar, que se plasma en mineralidad, notas animales, fruta, madera, o un todo integrado, como lo es el origen.

Hablar del Nuevo Mundo del vino resulta más complejo. A cada país al que llegó la vitis vinífera le sucedieron cosas distintas ya que hubo que adaptarla a un clima, un suelo y culturas diferentes.

El Nuevo Mundo del vino -conformado por países tan diversos, como Estados Unidos, Canadá, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda, Chile, Uruguay y Argentina- supo aprovechar la libertad de regulaciones y emprendió un camino hacia la búsqueda de nuevas expresiones.

Los productores del Nuevo Mundo tomaron las cepas reconocidas internacionalmente, se atrevieron a llamarlas por su nombre y a entender su singularidad.

Esta es una de las características diferenciales y comunes: la elaboración de vinos varietales, en búsqueda de la tipicidad, con su expresión frutal. Cada país adoptó las cepas que mejor se adaptaron y así nacieron el Shiraz australiano, el Chardonnay californiano y el Malbec argentino, entre otros.

El Nuevo Mundo también innovó en una manera distinta de elaborar vinos: hizo aparecer al consumidor en la escena y con él surgieron los diseños de etiquetas, las campañas de marketing y los nombres de fantasía.

La investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías, como la cosecha mecánica y la búsqueda de otras opciones frente a la escasez de recursos, como el empleo de maderas alternativas, o el uso de tapones sintéticos y screw cap, son logros de los nuevos países productores que revolucionaron todo el globo.

Actualmente cuesta hablar y pensar en estas categorías rígidamente, ya que con el paso del tiempo Europa va adoptando nuevas tecnologías y el Nuevo Mundo se nutre también de la tradición europea, además de la experiencia propia. Viejo y Nuevo Mundo son dos categorías en constante interacción.

La Argentina, como país productor del Nuevo Mundo, presenta gran variedad de vinos en el mercado. Si bien ya contamos con el logro de haber posicionado al Malbec mendocino y al Torrontés como cepa autóctona, el país no cesa de producir y buscar su identidad.

Las góndolas se llenan más y más de etiquetas nuevas, los consumidores se especializan y piden calidad. La industria crece.

Resulta imposible contemplar la vitivinicultura en Argentina disociada de la realidad política y económica de cada momento.

Pese a las condiciones desfavorables a la importación en la última década, con el gran crecimiento de la industria, sumado a un tipo de cambio atrasado, de a poco van ingresando etiquetas extranjeras al mercado local.

Esto tiene un costado beneficioso, ya que hace que el consumidor se internacionalice y comprenda lo propio a través de lo ajeno, para apreciarlo y llevar el vino argentino como bandera.

Aquí, cinco etiquetas que se encuentran en el mercado local, para conocer el Viejo Mundo:

Trimbach Riesling 2009 AOC Alsace, Francia ($70)
Domaine Saint Claire 2007 Jean Marc Brocard AOC Chablis, Francia (u$s30)
Santi La Caleselle 2010 DOC Valpolicella, Italia ($82)
Marques de Riscal Reserva 2006 DOCa Rioja, España ($124)
Reserve du Ciron 2008 AOC Sauternes, Francia ($98)



Fuente: Clara Cosentino - IProfesional.


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