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TAPA ROSCA, EL TRIUNFO DE LA PRACTICIDAD

Tapa Rosca, el triunfo de la practicidad
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4 minutos

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24/08/2011
Aunque se impone en el mundo, este tipo de cierre sigue siendo resistido por muchos que, mitos e ignorancia mediante, creen que desluce la botella y el momento del disfrute. Las claves de su éxito son la practicidad, el costo y su innovador sistema que permite mantener intactas las cualidades del vino, al menos en los de consumo rápido.

Mientras en el mundo el incremento de botellas de vino con tapa a rosca sigue a paso firme -en parte por exigencia de las grandes cadenas que ven en este tipo de cierre una reducción de los reclamos por supuestas infecciones con TCA, pero también porque la industria necesita una solución alternativa al bien escaso que representa el corcho natural-, en nuestro país sigue habiendo cierta resistencia.

Convengamos en que no hay ninguna razón lógica para esta oposición ya que la calidad del vino no se ve alterada en lo absoluto. Pero se sabe que en la Argentina, la cultura de beber vino, por más que acuse doscientos años, es relativamente nueva; o mejor dicho, los cambios de hábitos impulsados por las bodegas con sus propuestas obligan al consumidor de antes y al nuevo a continuos nuevos desafíos.

Claro que hay que entender que estamos atravesando una etapa de transición en la que todos estamos aprendiendo (consumidores, productores, vendedores y comunicadores) y que el mito de los ochenta sigue siendo el principal responsable de la mala imagen de la tapa a rosca. Cuando aquí se bebían 90 litros per cápita, el corcho brillaba por su ausencia, porque tanto las botellas (de litro) como muchas de las damajuanas venían con tapa a rosca. Entonces, en el imaginario colectivo quedó este tipo de cierre como un símbolo de aquellos vinos.

Lo que hay que tener muy en cuenta es que en estos casi treinta años que pasaron, la evolución en el mundo del vino es evidente, y también lo es en cuanto a los corchos y la tapa a rosca.

No estamos poniendo en duda las virtudes del corcho, un producto totalmente natural que se lleva tan bien con el vino. Sin embargo, no hay que olvidarse de que el alcornoque (el árbol del que se extrae el corcho) es un bien escaso, lo que obliga a muchos productores del mundo a optar por otras alternativas. Así fue como nació el sistema Stelvin (la tapa a rosca), el mismo que hoy empiezan a ostentar con orgullo algunas etiquetas argentinas.

¿Qué motivó el cambio? Básicamente, la exigencia de muchos importadores que requieren ese tipo de tapones en los "entry labels" (vinos de todos los días). Debido al éxito de ventas fronteras afuera y a la solución de una problemática concreta (costo de los corchos), ciertos bodegueros dieron los primeros pasos, incluso algunos de ellos comenzaron a utilizarlos en vinos que rondan los $50, y bien justificado está, ya que la tapa a rosca mantiene intactas las cualidades del vino. Pero no es sólo ésa la clave de un futuro exitoso casi asegurado, sino la practicidad.

Se sabe que hay muchos factores que influyen a la hora de formarse una opinión sobre un vino. El contenido de la botella, claramente, es importante, pero también lo son las condiciones del vino (la temperatura, por ejemplo), las copas, la compañía, la comida, el estado de ánimo... con lo cual, la facilidad de destapar la botella en lugar de descorcharla abre nuevas posibilidades de consumo.

Abrir el vino en cualquier situación sin necesidad de depender de un accesorio se puede transformar en un factor clave, aunque lo es más la posibilidad de volver a tapar la botella, no sólo durante su consumo, sino también para seguir disfrutándola al otro día. En este sentido, no caben dudas de que la tapa a rosca es mucho mejor que el corcho natural y mucho más aún que el sintético.

Por eso, no hay que temerles a los vinos con tapa a rosca, sino que, por el contrario, hay que apostar a ellos porque demuestran que fueron elaborados a conciencia para ser consumidos dentro de los dos años a partir de la cosecha y porque para conservarlos se recurrió a la más alta tecnología.


Fuente: Infobae.


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