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MENDOZA: PERSONAJES CURIOSOS ENCONTRADOS EN LAS BODEGAS

Mendoza: personajes curiosos encontrados en las bodegas
Tiempo de lectura:
10 minutos

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23/03/2012
Salimos de la tradicional ruta y nos enfocamos en algunos lugares pocos visitados.

La cuestión

Siempre el viajar por las de uno tiene esa ventaja de que cada día sea una suerte de sorpresa, porque la programación previa va nutriéndose de sugerencias de los locales, que hacen que el itinerario se maneje con mucha flexibilidad. En mi caso, la búsqueda apunta a eludir lo demasiado conocido, tanto en marcas como en personajes.

Lo que no significa que cumpliendo dentro de poquito 40 años chichoneando con el periodismo enogastronómico, de tanto en tanto hay que hacerles un repaso a los amigos de siempre. Pero es interesante descubrir gente no muy comentada, a veces en bodegas ídem, con historias curiosas detrás.

Santiago

En la bodega Melipal me encontré con Santiago Santamaría que fue el personaje del lugar, aunque también conocería a su esposa y su cuñada. La primera, parece que no le gusta que la identifiquen como la chica que hace las etiquetas. La segunda hace las veces de Gerente General. Ambas son hijas del dueño, y Santiago, marido de Clarisa, la diseñadora gráfica, hace de yerno.

Melipal es de las bodegas nuevas, montada por Ignacio Aristi, un hombre que reinvierte los recursos que le genera la soja en emprendimientos como esta bodega. A propósito, el nombre, que suena a barrio de Bariloche, viene del campo que originalmente tuvo don Aristi en Santiago del Estero.

Santiago casualmente es barilochense, viene a Buenos Aires, conoce a Clarisa y se deja adoptar por la familia de su novia, instalada en Bragado, provincia de Buenos Aires. Como estudió cocina en el IAG, y la bodega fue dotada de un comedor lindísimo, el padre despachó al yerno y las dos hijas a hacer de las suyas a la zona que hoy se conoce como Alto Agrelo.


Alto Agrelo

Me voy a detener un momento en esta denominación. Resulta que Agrelo se ha vuelto el jamón del medio de la zona productora de vitis vinífera en Mendoza, y está pasando como con la denominación Palermo en Buenos Aires: se está extendiendo hacia zonas que antes se conocían como Ugarteche, por ejemplo. Todo tiende a ser Agrelo de alguna forma. Espero que no lleguemos al horror de llamar una región Agrelo Hollywood, pero la tendencia va para ese lado. Le aviso.

Melipal

Volvamos a la bodega Melipal y Santiago. La bodega tiene un parque precioso. Pero lindo, lindo. Y un remarcable cuidado en la plantación de los viñedos, enmarcados en arboledas que le dan un contraste paisajístico perfecto. ¿Cómo se logró esto? Sencillo: María Susana, la suegra de Santiago y madre de las nenas bodegueras -dicho esto con el debido respeto y afecto, ya que ambas son simpatiquísimas-, es la responsable del buen gusto que se observa por doquier.

A esto hay que sumarle el buen diseño de la bodega surgido de un concurso de arquitectos locales. Aquí parece que don Aristi, prefirió no recurrir a la familia.

El comedor de la bodega es regenteado por Lucas Bustos, que también maneja los de las bodegas Ruca Malen y Catena Zapata. El almuerzo con menú fijo, vinos incluidos, ronda los $310. La propia visita a la bodega, con degustación incluida, se cobra $70. De la experiencia enológica me llevo como recuerdo el Ikella Malbec 2010.

Por fin, Santiago, muestra que la suya fue una historia de amor y de suerte. Porque conoce a Clarisa, se va a enseñar ski a Europa, y 5 años después le escribe una carta diciéndole que no ha podido olvidarla. Clarisa lo convoca, se casan, y en el 2002 comienza la historia mendocina que hoy es la bodega. Un tipo de suerte, sin duda.

José Rudecindo Ponce

Se trata del nieto de un prócer de la viticultura mendocina con el mismo nombre. Lo conocí en la bodega Belasco de Baquedano, pero hoy merodea en Viniterra. Es enólogo como su abuelo y primo del conocido periodista -ahora devenido en bodeguero- César Ponce.


José es un hombre sencillo, que exhibe el conocimiento profundo de todo lo relacionado con el vino, en voz baja y con gran precisión. Será por esto que Ignacio Belasco de Baquedano lo eligió para que pusiera su impronta en los vinos de la espectacular bodega que ha montado en el mismo barrio que Melipal.

Don Belasco de Baquedano es un señor que tiene producción de licores en España, especialmente en lo referente al apreciado orujo gallego. Así que montar una bodega para exportar, casi fue una consecuencia.

José muestra la bodega como propia

Hasta la cava donde Ignacio, su dueño, guarda sus vinos y los jamones de Jabugo 5 jotas que trae de España cuando viene. Ponce siente orgullo por todo lo que nos rodea, desde el magnífico edificio hasta la cuidada parquización, pero ciertamente lo que atrae la admiración de los visitantes, sean entendidos o no en la materia, es la Sala de Aromas, un enorme espacio, aislado del resto del edificio, donde 46 enormes tubos de acrílico encierran otros tantos aromas distintivos apreciables en el vino.

Ponce abunda en la historia de los nombres de los vinos de la bodega, que se originan en el idioma de los huarpes. Así, swinto quiere decir pájaro negro o cuervo. Cuervo es el emblema de Belasco de Baquedano, como que hasta la veleta que corona el edificio de la bodega, tiene uno. Loan alude a la llama. Argüentota significa alma de Cuyo.

Una de sus creaciones es el espumoso rosado a base de Malbec que se llama Rosa. Lo degustamos en el comedor que tiene a su cargo el chef Andrés Isura, al que don Ignacio manda cada tanto a España a hacer un repaso culinario con el archiconocido chef Martín Berasategui, nada menos.


José Rudencio, siempre con su hablar sereno, bajito diría, anteojos de científico me cuenta que al Swinto lo embotellan en una botella especial, importada, que tiene una lámina de oro vitrificada. No puedo reprimir un gesto como de "hummmmmm".

Amante de las viñas añosas, Ponce muestra plantas de Malbec de 1910, de las que se obtienen virtuosos caldos. Su abuelo debe estar orgulloso de este nieto algo bajo de estatura y enorme de conocimientos.

Ramiro Alonso

Regentea la bodega familiar, Cruz de Piedra, que se llamara San Telmo. Tiene un gran parecido a su padre, Sigifredo Alonso, un hombre admirable, que no pasa por el mejor momento de su vida. Por eso es que Ramiro, hijo de Sigifredo, ha tomado la posta familiar, con un entusiasmo contagioso.

Ramiro lleva este empeño adelante formando equipo con su primo Sergio Abud Alonso, y cuando lo visité estaba llegando su hermano Gonzalo. Todos como su padre y tío, se mueven con esa calma que contagia el paisaje, pero se percibe que son parte de una juventud que consigue lo que se propone. Sigifredo debe estar contento.

A mí esta bodega me trae muchas nostalgias. Fue primera en muchas cosas a partir de su fundación en 1973. Especialmente el diseño de su edificio mostraba tanto valor arquitectónico que pasó a formar parte de sus etiquetas. Una de las más entrañables fotos de Lucila Goto en Cuisine & Vins, la muestra de espaldas recostada en unos de los arcos de su galería, mirando a parte de las 150 hectáreas de viñedos, en una impecable tarde soleada. Ella tenía esta foto en su escritorio.

De aquellos vinos San Telmo de la época de Sigifredo, hice servir en una comida del The Fork Club un cabernet de 22 años, que estaba maravilloso. Hoy Ramiro ha puesto en valor la marca Cuesta del Madero, un vino al que Robert Parker elogiara por "su buena madera", lo cual hubiera sido un orgullo, si no fuera que. ¡no tiene nada de madera! Yo, en cambio, coincidí con la crítica británica Jancis Robinson en el artículo que lo menciona en el Financial Times de Londres, y encontré que el Umbral de los Tiempos 2008 es un vino extraordinario; hecho 100% con Malbec, tiene una relación calidad precio fantástica.


Seguimos probando vinos como el Tiasta, que es el nombre huarpe de la región donde se encuentra la bodega. El Cruz de Piedra 2008 Malbec que se alzó con una medalla de oro en los últimos Awards que organiza Wines of Argentina. Y acompañando la tendencia del retorno a los vinos de corte, sacaron el Cruz de Piedra Blend 2007 que reúne las cepas Cabernet Sauvignon, Malbec y Petit Verdot, en una propuesta elaborada por el enólogo histórico de la bodega, Esteban Castel, autor de aquel San Telmo con maravillosos 22 años a cuestas.

Conclusión

Conocí este puñado de jugadores jóvenes, cada cual bueno en lo suyo, que creen en la virtud de trabajar en algo tan noble como la viticultura. Como dice la canción: ".no todo está perdido.". Mi paladar puede dar fe: lo mejor está por venir.


Miscelánea enológica. Federico Benegas es quien que logró reposicionar su apellido como sinónimo del vino mendociono. El otro día, para poquísimos, organizó una cata vertical de Méritage, el vino estrella de su bodega, de que hace solo 3000 botellas. Así nos paseamos por un 2002, 2004, 2006 y el 2007. Fueron toda una delicia para el paladar. Un perfecto assamblage de Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Merlot y Petit Verdot. Mi preferencia se centró en el 2002, que muestra una posibilidad de guarda que permite pensar que 10 años más solo lo mejorarán. Pero también me dejó impresionado la mineralizad del 2007, y me quedó el deseo de volver sobre él dentro de 10 años. Además, Federico es tan buen anfitrión que el tiempo no pasa cuando se conversa con él. Resta desearle que se recupere pronto de la operación de cervicales que le han hecho, que lo obliga a usar con un cuello ortopédico sumamente incómodo.

Miscelánea restaurateur. Guido Sosto hace su Guido's Restaurant algo así como su casa. Encima es época de disfrutar el patio trrasero, con su correspondiente parral. La comida en la casa no falla nunca. Siempre perfectos los puntos de la pasta, y un antipasto de entrada que hace peligrar la llegada al segundo plato. Como pedimos con el matrimonio Lozano y Marta Ramírez un Pinot Noir de Humberto Canale, Guido ni preguntó, y despachó un Pinto Nero de la Toscana como segunda botella, que nos dio la oportunidad de comparar los resultados variados de una misma cepa en distintos terruños. Si anda a la tardecita por Cerviño, al pasar Lafinur, no dude en sentarse en la barra de Guido's y convocar a alguien a comer allí, mientras se toma un trago.


Fuente: Alejandro Maglione - Conexión Brando.


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