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CRIOLLA COMO EL VINO

Criolla como el vino
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27/09/2011
Lo primero que hizo Noé después del diluvio, fue plantar una viña. Por algo, Dios lo eligió como un buen hombre, y como todo buen hombre supo disfrutar de una copa de vino.

Lo primero que hizo Noé después del diluvio, después de soltar todos los pares de animales y las crías que nacieron de los interminables días y noches en el arca, fue plantar una viña. Por algo, Dios lo eligió como un buen hombre, y como todo buen hombre supo disfrutar de una copa de vino.

No sabemos quién fue el primer hombre que plantó una viña aquí en la Argentina. Pero con un vino de Mendoza podemos remontarnos 450 años a la fundación de la ciudad y suponer que entre los fundadores que cruzaron los Andes desde Chile estaba el infaltable cura. En nuestra historia, donde llegaba la cruz, siempre se plantaba un viñedo para poder celebrar el sacramento de la Eucaristía.

Tampoco sabemos el puntaje que recibirían los vinos cuyanos de la colonia, pero sí que los habitantes del virreinato tomaban vino que llegaba de Cuyo en carreta. El gran vino del Siglo de Oro de España era el vino de Jerez, el vino que llevaron Cristóbal Colón, Fernando de Magallanes y Pedro de Mendoza en sus viajes. Pero durante los siguientes siglos de la colonia, cuando un gran vino de Jerez había navegado en galeón el Atlántico, cruzado el istmo de Panamá, subido en otro barco hasta Perú, después montado en mula hasta las fabulosas minas de plata del Alto Perú, y finalmente arribado en carreta al Virreinato del Río de la Plata, podemos suponer que los platudos de las ciudades en camino se lo habrían tomado.

Mucho más sensata era la ruta tomada por el contrabando a la más ignorada colonia española del Atlántico. Para los portugueses, los ingleses y los mismos españoles, bastaba cruzar el océano hasta el Río de la Plata con los vinos populares de la época: generalmente fortificados y dulces porque eran los que mejor aguantaban el largo viaje. La misma ruta tomaron los invasores ingleses que, por tradición naval, se enardecieron con un buen Oporto antes de recibir una buena paliza en Buenos Aires.

Después de echar a los ingleses a cacerolazos, encontramos crónicas que hablan de los buenos vinos de Mendoza, San Juan y La Rioja, y de las repentinas escaseces. En el mismo 1805, la única gaceta informadora de la época colonial habla de una peste de langosta que taló las chacras de varias provincias del virreinato. El semanario describe las nubes de insectos voraces: "de repente se sintió un ruido como de pájaros que pasan a mucha altura". Las vides arrasadas eran las mismas traídas por los curas. Llamada criolla en el Cuyo, en Chile se le decía País, y en el territorio mexicano hoy conocido como California era la vid de la Misión, o Mission Grape. En Cuyo, a pesar de las langostas, terremotos o granizo, la uva criolla siguió conquistando tierras y creando vinos que se tomaban en Buenos Aires, Córdoba y Tucumán.

Así que el famoso 25 de mayo, o el mismo 9 de julio, si se brindó con algún vino para tomar valor, podemos tener fe en que fue argentino, probablemente de Mendoza, San Juan o La Rioja. Antes de ser próceres, eran hombres, amigos y rivales: seguro que un vino los ayudó a planear una campaña, un cruce de los Andes, o una declaración de la Independencia. La cepa, por supuesto, era la uva criolla. Un cuento de la cepa.


Fuente: Sonia Smith - El Conocedor.


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