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CAFAYATE; PAISAJE, MÚSICA Y LLUVIA

Cafayate; paisaje, música y lluvia
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3 minutos

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12/01/2012
Hace un año, en febrero de 2011, tuve la oportunidad de ir a tocar con banda al Festival de la Serenata, al pueblo de Cafayate, en el corazón de los Valles Calchaquíes al sudoeste de la provincia de Salta. Es uno de los encuentros folklóricos más populares de la temporada de verano para las provincias norteñas y un lugar único, hipnótico, con mil maravillas.

Cafayate es bellísimo - la palabra significa "cajón de agua" en quechua -. Está a la altura de Potrerillos, a 1.600 metros de altura sobre el nivel del mar y el pueblo explota cuando se abre el calendario del festival. La primera semana de febrero se congestionan los restaurantes y los puestos de comida, así como los hoteles, sobre todo con la visita de turistas, especialmente europeos y de las provincias periféricas como Tucumán, Jujuy y Catamarca. Los días son cálidos pero a la noche se pone muy fresco, lo que resulta muy agradable.

En los camarines del festival tuvimos la oportunidad de conocer a dos músicos que admiro, como Dino Saluzzi y Silvia Barrios y recuerdo que a nosotros - Marcelino Azaguate, Raúl Reynoso, Seba Narváez, Pablo Azaguate -, nos tocaba actuar la segunda noche de la programación pero subimos más tarde de lo pautado porque se largó a llover torrencialmente. No obstante, luego de tocar, la lluvia regresó con más fuerza pero decidimos ir de todas maneras a dar unas vueltas por las calles del pueblo y visitar a las peñas.


Nos compramos unos ponchos de plástico y nos sumamos a la danza de la música que tocaban los Quilapayún, el grupo chileno, que estaba de paso por el pueblo. No lo podíamos creer: todos bailaban bajo una lluvia muy fuerte y no les importaba nada. Fue una imagen impactante. La gente divirtiéndose a lo loco mientras se caían los cielos.

Si hay algo que cualquier visitante tiene que probar en Cafayate son los vinos. ¡Deliciosos!, especialmente el Torrontés. Además, nadie se puede volver sin probar también el locoto, un fruto picante que viene con una cáscara roja, verde naranjo y amarilla, que se usa en salsas para untar al locro y los tamales, o a lo que quieras.

Más allá del entorno de los valles salteños, es altamente recomendable viajar hasta allí por la Ruta 40, aunque despareja, con tramos de tierra, enormes badenes inundados y esperas largas si ocurren derrumbes, es la mejor manera de conocer el espectacular paisaje que anticipa a Cafayate.

Está buenísimo, mate y música de por medio, parar en varios pueblos, como la ciudad de Belén, la joyita Hualfín - territorio del famoso cacique calchaquí Chelemin - y Santa María, los tres en Catamarca, o las Ruinas de Quilmes en Tucumán, pasando por caminos de picos altos, valles muy fértiles, plantaciones de frutales y viñedos y bodegas.

En Cafayate mismo hay que visitar la Quebrada de las Conchas; Las Siete Cascadas del Río Colorado, Los Médanos, El Mirador, El Molino de Piedra. Y disfrutar de su gente, una gente maravillosa.



Fuente: Marcelino Azaguate - Músico - Diario Los Andes.


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