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TAN LEJOS, TAN CERCA

Tan lejos, tan cerca
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5 minutos

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14/10/2011
Nadie puede negar que estamos empezando a abarcar los mercados de consumo internacional; sin embargo, aún falta mucho más por comunicar. Cada vez son más los que van a las góndolas en busca de nuestros vinos, pero esto no significa que el consumidor global ya tenga posicionado en su mente nuestro vino emblema.

Queda mucho camino por recorrer si queremos que el mundo admire el Malbec argentino.

Cada vez me pasa más seguido. Al viajar o encontrarme aquí con periodistas especializados de otros países y charlar con ellos acerca de nuestros vinos, una doble sensación me invade. Por un lado, la realidad, los hechos y, sobre todo, los vinos argentinos están causando una revolución.

Tanto es así que el adjetivo que más utilizan los profesionales extranjeros para describirlos es "amazing", que significa sorprendente. Sin embargo, cuando uno se pone a hilar fino con ellos, el impacto se atenúa, principalmente por falta de conocimiento. Pero no porque ellos o ellas no sean capaces de interpretar nuestros vinos, sino simplemente porque no vienen hasta acá.

Es cierto que estamos lejos, que recién estamos empezando a abarcar los mercados de consumo internacional, y aunque aún falta mucho más por comunicar, cada vez son más los que van a las góndolas en busca de nuestros vinos, con el Malbec a la cabeza. Pero esto no significa que el consumidor global ya tenga posicionado en su mente nuestro vino emblema; aún nos falta mucho camino por recorrer si queremos que el mundo lo admire. La lógica indica que hay que profundizar en los terruños, algo que de a poco se está haciendo, pero que no es suficiente. Y no importa si es a través de una denominación de origen o de un acuerdo de enólogos para tipificar las características de los terruños más destacados y proteger los mejores vinos.

Sé que es necesario ir mucho más allá, agregarle más valor y generar barreras de ingreso (en términos marketineros) que sean imposibles de sortear para nuestros competidores. Ojalá que no nos pase con el Malbec lo que nos pasó con la carne... años diciéndoles a todos que teníamos las mejores carnes y resulta que hoy la carne por la que más paga la gente (aquí y en el exterior) surge de una raza de vacas japonesa.

Tenemos la mayor cantidad de hectáreas de Malbec y producimos etiquetas en todos los niveles de precio. Y es gracias a esto que hoy el mundo se sorprende con esta variedad y la asocia con nuestro país. Pero no podemos quedarnos esperando a que la moda pase ni perder esta gran oportunidad. Tampoco con el Torrontés, nuestro blanco autóctono, que ha crecido casi más abruptamente que el Malbec, no en términos cuantitativos, pero sí en lo que a calidad y estilo se refiere, porque en pocos años pasó de ser un vinito regional a ser considerado el mejor vino aromático del mundo. Pero para no perderle pisada a la creciente demanda, es necesario invertir en más hectáreas y en los mejores terruños.

Otro cepaje que da que hablar y alimenta la tan promocionada diversidad nacional es el Bonarda, segunda variedad tinta fina implantada desde hace varios años que, recién ahora y gracias a unos pocos, comienza a ganar cierto reconocimiento local e internacional.

Otros que dan para ilusionarse son el rey (Cabernet Sauvignon) y la reina (Chardonnay). Y ni hablar del Cabernet Franc, el Pinot Noir, el Petit Verdot y el Tannat. Todos aportan al gran impacto argentino, pero exigen lo que aún no tenemos... experiencia. Porque los reclamos no tienen que ver ni con la falta de terruños, ni con la carencia de personajes que escriban la historia, ni con la escasez de recursos tecnológicos. No. Al parecer tenemos todo, y para conseguir lo que nos falta, sólo necesitamos tiempo.

Tiempo para ensayar sin que las ventas presionen y terminen obligando a que muchas de esas pruebas acaben en las vinotecas y restaurantes. Tiempo para buscar el mejor lugar para cada cepa en función del vino deseado, tiempo para encontrar un estilo de vino argentino más definido y dejar las utopías de lado. Muchos dicen que es complejo que el Malbec llegue a ser un gran vino como lo es el Cabernet Sauvignon, pero cuando se sientan en La Brigada y les sirven una copa de un súper Malbec argentino, no lo pueden creer.

Yo estoy convencido de que vamos muy bien, pero sigo con la sensación de copa medio llena, medio vacía... de estar tan cerca y a la vez tan lejos.


Fuente: Fabricio Portelli - El Conocedor.


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