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MÁS ALLÁ DEL PINOT NOIR

Más allá del Pinot Noir
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13 minutos

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17/05/2012
La región, que fue la tercera productora de vinos de la Argentina antes de los 80, demuestra que Río Negro, su principal provincia vitivinícola, tiene potencial para hacer mucho más que el ya afamado tinto de la Borgoña.

Río Negro fue, en el pasado, una de las provincias más importantes en la elaboración de uva y vino. Posee una larga historia que se remonta a los comienzos del siglo XX y cuyo rastro se puede palpar en el presente. Si bien fue la región que más sufrió los embates de un siglo repleto de altibajos, hoy se mantiene con una producción pequeña pero diversa. Pequeña en comparación con su época de auge y porque representa el 1,2% de la producción de vinos argentinos, pero con una visibilidad importante en el mercado interno debido a la calidad y variedad de su oferta. Muchos dicen que le falta mucho camino por recorrer y que sería clave lograr una mayor comunicación entre Río Negro y Buenos Aires.

Las marcas de la historia

Veo en Google Maps el Alto Valle del Río Negro y me emociona. De lejos parece un río verde en el medio del desierto, se hace más ancho o más angosto dependiendo de la cercanía de las bardas: barda norte, barda sur. Encuentro las bodegas y las voy pinchando y poniéndoles nombre: esta es Noemía, esta debe ser Chacra y así. Veo los cuadrados verdes y perfectos rodeados de álamos, las hileras (algunas de norte a sur y otras de este a oeste), dos orientaciones opuestas, dos resultados diferentes. Entremezclados, los cuadrados de frutales que dibujan una trama mucho más mullida y desordenada que las rayas perfectas de las hileras.

El Alto Valle del Río Negro también tiene una de las peores rutas de toda la Argentina, la ruta 22, el dolor de cabeza máximo si uno está viajando con cierto apuro por la zona. La cantidad de camiones con fruta que hay durante febrero y marzo es inusitada, nunca vista, terrorífica, unos se pasan a otros, aun sabiendo que hay diez camiones más adelante.

Es interesante observar lo que quedó de esa historia floreciente rionegrina de la que hablábamos al principio. Oscar Ferrari, gerente de la bodega Noemía, es la persona para hacerlo porque lleva registros de todo lo que ocurrió y ocurre en el Alto Valle del Río Negro y en las inmediaciones. De repente se observan claros, hectáreas con pasto, pero sin frutales o viñas, y Oscar me dice: "acá había viña por todos lados". Pienso en la cantidad de plantas que se habrán arrancado.

La larga historia de la zona se evidencia en sus vinos y en los viñedos. Noemía y Chacra empezaron con la bandera de los años de plantación, como 1932 o 1955. Comenzaron a rastrear la historia de la región, a encontrar la historia en las plantas. En los viñedos de Noemía en Mainqué está la bodega vieja: Pascual Napolitano e Hijos, 1952 (otro año más). Una bodega que molía tres millones de kilos de uva en su mejor momento productivo. Hoy los viñedos que rodean esa vieja bodega son sinónimo de pocas botellas, pero de mucha calidad.

¿Por qué hablamos de su historia? Porque es la única manera de entender cómo es que esta región tiene una gran paleta de variedades. Nos lo cuenta su historia. Porque si uno se detiene en la torta de porcentajes de cada variedad, puede ver que no se simplifica en Pinot Noir y Malbec. Aparecen variedades como Trousseau, Refosco, Riesling, Torrontés Mendocino, Moscatel, Pedro Ximénez, y la lista sigue. Así, cuando leemos los números, nos damos cuenta de que Río Negro es mucho más que Pinot Noir. Si bien ya es común entrar a una bodega y que la estrella de los vinos sea el Pinot, se vienen varias novedades que -casualmente- son vinos elaborados con otras cepas. Algunos ya se han lanzado al mercado y otros se lanzarán a lo largo del año; es momento de estar preparados para recibir estas novedades y saber de qué se trata.

Las aromáticas: Humberto Canale, Riesling

La bodega Humberto Canale funciona desde 1909 y es una de las más grandes de Río Negro. Si bien destina la mayoría de sus tierras a la plantación de manzanas y peras de exportación, tiene 150 hectáreas dedicadas a los viñedos. Humberto Canale es una bodega "como las de antes": pasa una calle por el medio, hay circulación de tractores, autos, camiones. Uno se da cuenta de la cantidad de gente que trabaja, sobre todo, en plena época de cosecha. Es "la bodega" con historia de esta región. Una bodega que se empeña en elaborar vinos de calidad, de bajo perfil, pero coherente y constante en su hacer. Desde hace años cuenta con importantes consultores: en los 90 fue don Raúl de la Mota, después Hans Vinding-Diers y actualmente, Pedro Marchevsky en viñedos y Susana Balbo en bodega. Están atentos a mantener la tradición y el nombre, pero también a crecer tanto en el mercado interno como en el externo con nuevas propuestas.

Horacio Bibiloni, enólogo principal, nos llevó a conocer uno de los viñedos. Íbamos en un impecable Volvo azul del 92 y ya eran pasadas las 6 de la tarde de un viernes. El viñedo, un viejo parral plantado en 1937, bastante alto, con una hilera de Cabernet Sauvignon y una hilera de Riesling. Los racimos del Riesling, pequeños, compactos, con las "alitas" típicas, hermosos, algunas hojas con pelusita detrás, no frondoso, sino ya maduro en edad y autorregulado.

Las variedades mezcladas, me explica Horacio, se deben a que antes pensaban que había que poner distintos cepajes para que se polinicen, como pasa con muchos otros frutales, pero que la uva no necesita porque es hermafrodita. Miro la fruta, la pruebo, la acidez es hermosa, un sabor dulce de uva perfumada, pero me dice que le falta tiempo para cosechar. Sanidad impecable. Toco la madera, veo el viñedo, pienso: 1937, claro, el auge de la vitivinicultura patagónica. En el 20 se dan cuenta de que es un clima ideal para plantar, en el 30 ya se entusiasman y traen variedades de calidad directo de Francia.

Riesling no es una novedad en las etiquetas argentinas, de hecho antes de los 90 varias bodegas tenían su Riesling varietal. Esto es una relectura de esos vinos, una lectura siglo XXI de esa porción de la historia. Este Riesling Old Vineyard es parte de una trilogía de Old Vineyards: hay un Malbec y un Pinot Noir de viña vieja. La etiqueta tiene un dibujo en negro, simple, y el nombre La Morita, que alude a la segunda nieta de Guillermo Barzi, el presidente de la bodega. El vino es delicado, tiene acidez alta, una graciosa aguja que refresca y muchos sabores y aromas a lima, cítricos frescos.

Agrestis, Gewürztraminer

Cuando uno dice el nombre de esta bodega, muchos tienen recuerdos de haber estado ahí en algún evento, ya que Florencia Ghirardelli está encargada de promocionar la bodega como un lugar para realizar eventos sociales. El lugar está muy arreglado, con una fuente, el pasto impecable, verde, árboles alrededor. El lugar para las fiestas y turistas parece ser el protagonista. Era la primera vez que me acercaba a conocer la bodega. Los viñedos con mucha maleza alta, para fijar la tierra, que no se vuele y golpee contra las hojas, y también para consumir el agua de las lluvias. Este año tuvieron una lluvia fuerte que trajo piedra en algunos lugares y un descenso de la temperatura importante.

Recorremos el viñedo, las plantas de Pinot Noir están impecables, los racimos son compactos, apretados, la uva algo hinchada, pero con una sanidad increíble. El Chardonnay es el más afectado por los pájaros, también tienen Gewürztraminer, Malbec y Cabernet Sauvignon. La bodega es sencilla, con un lugar para venta de souvenirs. La parte comercial de eventos y venta de objetos está bien pensada y le da un aire renovado.

Una de las cosas que más me interesaron fue probar el espumante seco de Gewürztraminer que lanzarán al mercado este año, con una producción muy limitada (para ver qué pasa). Será extra brut, a diferencia de todos los otros que producen, que son brut nature. En la nariz tiene notas de pétalos de rosa, fruta blanca y un leve especiado. A esta variedad aromática le vienen bien unos gramitos más de azúcar residual, me explica Norberto, el dueño y mentor de Agrestis. Lo degüella en el momento y le agrega el dosaje para llegar a extra brut. Comparamos el sin dosaje con el con dosaje y tiene razón, el extra brut queda más amable en boca.

Los Cabernet: Del Río Elorza, Cabernet Franc

Los viajes vitivinícolas a veces pueden ser muy lineales, de puerta a puerta en un auto, o pueden ser algo más complicados. Para llegar a esta linda bodega, a la que ya había ido una vez, tengo que tomarme el colectivo KoKo de línea, desde Roca. Son las 4 de la tarde y el sol y el calor son extremos. Acaparo la poca sombra que hay en la parada, espero una hora a que llegue y una vez arriba avanzamos lentamente, parando en todos los pueblos. Los dueños de Del Río Elorza me dijeron que me baje en la ruta 12, pero mi teléfono no tiene señal y no puedo ver dónde me tengo que bajar, así que lo hago en General Fernández Oro y decido ir hasta el kiosco donde se compran los boletos. Hay un teléfono público, rastreo en la guía de Neuquén el nombre. Me atienden, pero justo en el momento que le voy a decir dónde me encuentro se corta la luz y la comunicación. ¿Internet? Lejos...

Salgo, el sol de las 18.30 todavía es intenso y al rato veo venir el auto de Eduardo y Mirentxu, dueños de la bodega. La idea de Mirentxu era genial, si llegaba temprano tenía preparado mate y masitas para comer mientras caminábamos por el viñedo. Pero como ya estoy apretada de tiempo, vamos directo a la bodega. Los pisos recién pintados de color terracota brillan increíblemente. "Estamos dejando todo listo para empezar con la cosecha el lunes, siempre hay un arreglo que hacer, andá a saber cuándo la terminaremos...", me dice Mirentxu, y yo pienso: es una de las bodegas más prolijas que vi, están en cada detalle y la inversión es inmensa. No sólo la bodega, el viñedo es encantador, muy prolijo, muy sano, cuidado al máximo.

Eduardo me muestra las plantas viejas injertadas con Malbec: son hermosas, con sus troncos gruesos, retorcidos y algunos racimos de uva blanca colgados y mezclados con los azulados del Malbec. De esa hilera de plantas planean elaborar el Tácito, vino top de la bodega. El consultor es Alberto Antonini en bodega y Marcelo A. Casazza, en viñedos. Mariano Vignoni es el enólogo y el equipo se completa con David A. Volpe, el encargado de la finca, el equipo es premium. La vez pasada había probado de barrica un Cabernet Franc que me llamó mucho la atención, y este año fui por él, pero ya embotellado. Es un vino que tiene tipicidad en nariz y boca, está bien hecho, con algo de mentolado, leve morrón, especiado, mezclado con la fruta negra. Es un vino con taninos medios pero nada apretado, sino que es balanceado en todos sus aspectos. Las masitas las comimos después del tasting, en el que también probé un Chardonnay muy recomendable.

Noemía Due, Cabernet Sauvignon

¿Cómo hablar de Noemía sin repetir lo que muchos ya saben? Su historia, su encuentro con la Argentina, los viñedos viejos... Personas particulares que le dan a la región un ticket directo a estar en los mejores lugares de Nueva York, San Francisco, y en los grandes puntajes de revistas como Wine Spectator. Noemía tiene un viñedo en Mainqué, donde protege y restaura el mejor material de plantas de la región. De allí sale uno de los mejores Cabernet Sauvignon del país. Llegamos temprano a Mainqué y caminamos un poco por el viñedo estudiando orientaciones de hileras, estado de la fruta, suelo, etcétera. Pensé que como era temprano, el sol iba a pegar más suave y el calor iba a ser leve. A una le tienen que pasar estas cosas para entender el poder del sol y la luminosidad de esta región. Más tarde, luego de la cata, caí presa de una insolación terrible y tuve que pasar todo el día en cama. Entonces, lección número uno: no subestimar el sol de la Patagonia, hidratarse y protegerse.

Luego de estas aclaraciones -que muchos me van a agradecer-, paso a relatar el encuentro con Hans Vinding-Diers, enólogo y propietario de Bodega Noemía y el Due 2010. Hans llegó; como conocedor, tenía un lindo sombrero puesto; estuvimos en el viñedo, recorrimos, nos habló y contestó todas nuestras preguntas. Hans es claro, sabe mucho de lugares y vinos y es divertido. Ya sentía que me dolía la cabeza así que me pareció bien pasar a degustar los vinos a la sombra. A veces, una busca algo durante mucho tiempo y cuesta llegar, coordinar. Es por eso que me entristeció mi dolor de cabeza. Sin embargo, los vinos brillaron en la cata.

Podría hablar de todos, pero sólo me voy a referir al "diferente" de la serie: el Due, que tiene 90% de Cabernet Sauvignon. El viñedo está plantado en parral al lado de una casa para invitados, es viejo y poco productivo y este año lo afectó un poquito la piedra (sólo algunas hojas). Hay que saber que el Cabernet Sauvignon de esta región a veces no llega a madurar por las heladas tempranas de marzo, el comienzo del otoño. Tal vez por ello es que hacen este vino en los mejores años, "el Cabernet es como el Pinot para la cosecha, muy delicado", me dice Hans. El anterior Due fue el 2007 y ya es un vino de culto. Este 2010 tiene una acidez marcada, en la nariz mucha fruta negra, cassis, moras, especias y una nota de grafito. Es tímido, pero al mismo tiempo intenso y elegante. Fin del recorrido por Río Negro.


Fuente: Paz Levinson - El Conocedor.


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