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2012 EL GRAN DESAFÍO

2012 El Gran Desafío
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28/05/2012
La lucha permanente por salir adelante es parte de nuestra esencia. Somos un país privilegiado naturalmente, pero por una u otra razón nos cuesta despegar. Quizás por eso, aun en pleno auge de la vitivinicultura argentina, inserta en un modelo de país ya definido, tampoco esta vez podamos alzar las copas y celebrar los logros. Parece que las preocupaciones siguen merodeando. Mientras se avanza, se van abriendo nuevos interrogantes: salen a la luz nuevos riesgos. Fabricio Portelli y Gustavo Choren viajaron a Mendoza para analizar la situación con los protagonistas y entender los caminos que tomará la industria para enfrentar los desafíos de este año que comienza. Y cómo estos impactarán en los vinos que descorchemos a lo largo del año.

Crisis es una palabra que a nuestra industria le queda muy grande: hace años que viene cosechando éxito tras éxito. Sin embargo, la coyuntura global y algunas cuestiones internas que no han podido evolucionar a la altura de la calidad de los vinos generan incertidumbres.

El 2012 se viene con todo, pero no como se suponía hace un año, cuando todos los cañones apuntaban a las elecciones. Hoy, con un rumbo político definido (más allá de los gustos y preferencias de cada uno), seguimos acarreando muchos de los problemas, y las incertidumbres están ahí: flotando en el aire. Los innumerables avances y logros dan consistencia al crecimiento que vive el vino argentino hace años, pero aún quedan temas pendientes que siguen sin resolverse. Algunas viejas deudas del pasado y otras que nacieron con el propio crecimiento. Porque tengamos claro que sólo el que hace se equivoca y que cada error brinda experiencia, aunque aleja la meta del éxito en la línea de tiempo. "Tenemos un mercado interno que es una joya", se escuchó decir a varios de los enólogos internacionales que visitaron Mendoza con motivo del sexto Argentina Wine Awards, el concurso de vinos más importante que tiene nuestro país, organizado por Wines of Argentina (la entidad conformada por las propias bodegas para promover nuestros vinos en el mundo). Y esta situación -en una época en la cual la exportación dejó de ser la vedette del negocio- es una gran ventaja. Este beneficio no se traduce en los precios de los vinos en góndolas: estos seguirán sufriendo el efecto inflacionario. Sin embargo, tanto el conocimiento de las bodegas como la experiencia en el mercado interno hacen que el crecimiento siga siendo posible. Podemos agregar más: estamos convencidos de que los vinos de alta gama van a seguir escalando sin relegar calidad, tal como afirma Gustavo Choren (ver nota).

Pero no fueron todas rosas las que tiraron los técnicos internacionales. Y si bien sus conclusiones no fueron muy precisas (ver nota), dejaron claro en referencia al estilo de nuestros vinos que el alcohol y la madera les desagradan. Otro de los temas candentes planteados por los visitantes fue el de la falta de conocimiento de nuestros vinos en el mundo, incluso del Malbec y del Torrontés, nuestras estrellas vínicas más famosas. Este desconocimiento es un grave problema de cara a un mercado de exportación muy dinámico en el cual nuestros principales clientes extranjeros (Estados Unidos y Brasil) van llegando a su techo y empiezan a pedir nuevos vinos. Los europeos -crisis socioeconómica mediante- están cambiando sus hábitos: consumen menos vinos (más cerveza y bebidas blancas) y están abiertos a nuevas propuestas; en especial, los nuevos consumidores. Si a esto le sumamos mercados emergentes de gigantes proporciones, como China, Rusia e India, entenderemos que por más bien que hayamos hecho las cosas, no es suficiente. Pero no hay que irse tan lejos para encontrarse con obstáculos. Hoy Brasil es un aliado muy difícil de seducir. Hay un gran potencial aquí nomás, pero queda mucho por hacer para sacarle provecho.

Otro aspecto sorprendente que se debe tener en cuenta -e hijo de la globalización- es que la calidad del vino ya no es la que manda en el negocio. La batuta la tienen la comercialización y la distribución. Mientras tanto, una nueva cosecha ha comenzado y viene cargada con las expectativas de siempre atadas a la fortuna de la naturaleza. No obstante, ya se sabe que la cantidad es menor y esto va a tener otro impacto -no muy favorable- en nuestro mercado (ver nota). Pero estos son problemas recurrentes, año tras año, porque están marcados a fuego por las condiciones naturales, más allá de las pujas y regateos humanos.

Otro punto crítico para tener en cuenta es que la falta de investigación y desarrollo quedó en evidencia a raíz de la gran exigencia cualitativa que recae sobre nuestros vinos aquí y en el mundo. Y aunque ya se está trabajando para resolverlo, los resultados tardarán mucho más en llegar. Lamentablemente, las respuestas se necesitan ahora. En especial, en materia de diferenciación del Malbec.

Por eso decimos que 2012 será un año especial. Toda crisis genera oportunidades y a mayor oportunidad, el desafío es más grande. Hay que enfrentarlo para llegar al éxito y para que todos nosotros sigamos disfrutando de tantos buenos vinos argentinos.

El mercado es el mundo

Los bodegueros argentinos cuentan con una a favor: el mercado interno es el más importante de todos los países a los que destinan sus vinos. Esta es una verdadera ventaja competitiva porque la rentabilidad, sobre todo en estos últimos meses, es mayor aquí. Se sabe que la calidad de los vinos estará siempre atada al éxito de las bodegas. Sin embargo, hoy más que nunca ese éxito depende en un 80% de la venta y, a su vez, la venta, casi totalmente de la distribución. Es decir que por más énfasis que pongan enólogos e ingenieros agrónomos en el aspecto cualitativo de sus vinos, son el marketing y la logística los que se llevan los laureles. Duro de decir, pero en el mundo de hoy es así. Si el vino nace en la viña, el enólogo y el ingeniero agrónomo tienen que tener muy claro cómo van a implantar un viñedo y cómo tratarlo en función del vino final y de su éxito comercial. "Visión de paisaje", lo llama Marcelo Retamal, el prestigioso enólogo chileno, que fue el único en animarse a criticar constructivamente, y a decir lo que piensa para bien de nuestros vinos, en el marco del Argentina Wine Awards 2012. Ojo que esto no significa volver al pasado con vinos elaborados a granel y de baja calidad. No, para nada. Pero queda claro que todas estas variables serán las que terminen delineando el estilo de los vinos que tendremos disponibles para comprar.

Tratar al mundo como un mercado no es una utopía. Utópico sería querer llegar a cada mercado con un vino a su medida. Este fue un gran cambio de mentalidad y el principio de la construcción de una marca país con vinos definidos de acuerdo con los atributos naturales y culturales con los que contamos. La diferenciación viene después. No significa que el consumidor global cada vez se parezca más, lo que ocurre es que en todas partes hay cambios y ya no se puede generalizar, como tampoco se puede satisfacer a todos. Lo que sí se puede afirmar es que los jóvenes buscan vinos más fáciles de beber y que los adultos -de los países tradicionales- están mucho más cerrados que los de los países emergentes en cuanto a consumo de vinos se refiere. Pero hay mucho más por hacer. A Wines of Argentina no le dan las manos (ni los recursos) para llevar el mensaje de nuestros vinos por el mundo: querer abarcar tanto en tan poco tiempo es imposible. Bastante se ha conquistado, la competencia internacional crece y cada país es un mundo.

Teniendo claro esta situación, hay que atacar cada mercado con una estrategia definida. Brasil, por ejemplo, se ve espantado por las campañas gubernamentales contra el alcoholismo y el vino cae en la volteada. Esta operación coincide con el trabajo que la Argentina realiza en conjunto con Brasil para llevar a cabo una propuesta de comunicación integrada con el objetivo de enseñarles a los brasileños a disfrutar del vino. Campaña que -sin duda- beneficiará a los productores locales, a los chilenos y a los de todo el mundo, pero seguramente, más a nosotros, porque estamos al lado, tenemos mucho para ofrecerles y, además, uno nunca se olvida de quien le enseñó algo.

Puertas adentro se están haciendo muy bien las cosas en términos de comunicación. Cada vez hay más ocasiones para conocer vinos, propuestas en todos los segmentos, lanzamientos constantes y un gran etcétera, aunque esto no significa que no se cometan errores. Pero la síntesis es positiva: el vino es cada vez más admirado por el consumidor argentino.

El desafío 2012 para el vino argentino debe ser encontrar su identidad definitiva con toda su gama de diversidad: por el origen de cepajes y por estilos. Pero debe ser bien vino argentino, a la argentina y como mejor nos salga. Sólo a partir de esa diferenciación vamos a ganar adeptos en todo el mundo y a mejorar nuestra competitividad a largo plazo.

Investigar para crecer

Michel Rolland recordaba una entrevista en la revista El Federal, que fue tapa, en la cual él auguró que en breve la Argentina sobrepasaría la barrera de los mil millones de dólares en exportaciones anuales de vino. Algo ni soñado veinte años atrás. Hoy, esa cifra quedó atrás y vamos por la de los mil quinientos. Pero este crecimiento vertiginoso tiene dos caras. Por un lado, la positiva, que permite hacer crecer un negocio y construir los cimientos para el futuro. Estar presentes cada vez en más mercados, tener reconocimiento, etcétera. Esto permite que el negocio se mantenga y crezca, y sólo gracias a eso se puede proyectar. Sin embargo, es tanto el tiempo que se invierte en el día a día que algunas prioridades quedaron relegadas y recién hoy su necesidad se hace imperiosa. La investigación es una de ellas.

José Alberto Zuccardi, director a cargo de las exportaciones de la Co.Vi.Ar. (Corporación Vitivinícola Argentina), lo tiene muy claro. Por eso recordó que la cuarta pata de la corporación (además de promover el consumo y la cultura del vino aquí y en el mundo y de integrar las cadenas productivas alentando a los pequeños productores) es la investigación y el desarrollo. Se está trabajando mucho en ese tema: democratizando la información para bien de todos. Sin embargo, aún hoy en la tierra del Malbec no sabemos cuáles son los mejores clones, dónde y por qué se comportan mejor, cuáles son los mejores terruños y por qué, cuáles son las variedades más aptas en cada provincia y por qué.

Esta preocupación nos lleva a pensar si la tan promocionada diversidad de los vinos nacionales se percibe. Y ojo que no hay que preocuparse por lo que opinen los consumidores: son los que juzgarán los vinos de acuerdo con sus gustos, seguramente valorando la identidad, sin que signifique que sean expertos y exigentes. Imaginen, si ni los especialistas -a veces- pueden opinar categóricamente sobre un vino, mucho menos lo podrá hacer un consumidor. Pero aferrarse a un estilo basado en una identidad garantiza la diferenciación. Y eso es lo que percibe el consumidor global: que un vino es distinto, sin importar si puede o no describir sus atributos con palabras.

La clave hay que buscarla en los clásicos como el Champagne, los tintos de Burdeos, los blancos de la Borgoña, los Barolo o los Ribera del Duero, por sólo enumerar algunos vinos con ADN propio y reconocimiento en cuestión. Ellos son la prueba irrefutable de lo que hace exitoso a un vino a lo largo del tiempo. En Europa llegaron después de muchos años y con una estructura rígida de reglamentaciones, pero llegaron. Y si bien sufren otros problemas, la identidad está fuera de discusión, aunque esta no garantice la eficiencia del negocio. En la Argentina logramos mucho en pocos años, pero hoy las exigencias nos obligan a mejorar. El consumidor global espera mucho de un vino argentino, ya no sólo la buena relación calidad-precio o el impacto de fruta. Por su parte, Alberto Arizu, presidente de Wines of Argentina, se lamentó porque no hay una cultura de inversión en investigación. Arizu recordó que Robert Mondavi aportó 80 millones de dólares a la Universidad de Davis y lo que implicó para el vino norteamericano y mundial. En la Argentina, hay trabajo mancomunado y mucha más unidad que hace una década, pero también hay respuestas que urgen y es por ello que deben tomarse decisiones. El desafío 2012 será entender que se ha llegado al techo de una primera etapa, con mucho éxito por cierto. Hoy hay que diferenciarse y para conseguirlo las bodegas y las instituciones del vino deberían destinar fondos, un porcentaje fijo, como lo hacen en todas partes del mundo, para I+D, (investigación y desarrollo). Nadie puede dejar de vender para hacer experimentos y ver qué pasa. Si se trabaja en conjunto, se pueden llevar adelante investigaciones, con vistas al buen desarrollo de nuestros mejores vinos, compartiendo los resultados.

El vino es la bebida más noble y más diversa del mundo, pero compite con otras más industrializadas y, por ende, con menos diferenciación. La clave del éxito eterno de nuestros vinos será alcanzar esa condición de único y diverso, mantenerla, mejorarla y difundirla. Aunque aún no sepamos si la tipicidad hace al estilo o el estilo a la tipicidad.


Fuente: Fabricio Portelli - El Conocedor.


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