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TRES LUGARES VACANTES DEL VINO ARGENTINO

Tres lugares vacantes del vino argentino
Tiempo de lectura:
5 minutos

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25/03/2014
En el mercado local hay muchos vinos similares, muchas marcas parecidas y unos pocos estilos copiados entre sí. Sin embargo, hay lugares vacantes y consumidores dispuestos a aventurarse en ellos.

Sucede siempre que se beben vinos a ciegas: al cabo de la muestra número 100 o 120 la sensación que se tiene es que se está girando en redondo. Que los vinos que se prueban son siempre los mismos, o muy parecidos, y que no hay una diferencia gustativa real que justifique saltos de precio y hasta de estilos.

Cuando se descubren las botellas, al final, sucede otro fenómeno curioso: las marcas se parecen. Hay muchos Alma, Nube o Manos Negras, mucho Finca tal por cuál o doña y dones. Y en rigor, ningún consumidor en su sano juicio las recordará como algo diferente. Con lo que termina acorralándose cualquier esfuerzo por tener un producto distinto, que forman el ABC del vino.

Así, el negocio se dirime en la capacidad de distribución: si la botella está en la góndola, el consumidor la conoce y puede elegir; sino, no hay tutía. Lo que termina dándole la manija a los retailers y vendedores, que cobran un peaje alto por exponer las botellas: el súper con sus centímetros de góndola que se pagan en botellas, las vinotecas con sus catálogos que se pagan en botella, y los clubes de vino que compran a precios de nada en nombre de una masa de consumidores atados. Todo, porque pocas bodegas no ofrecen un producto diferenciado. Uno que el consumidor quiera y desee comprar, que lo estimule y le entregue un plus que otros vinos no tienen.

Hay, sin embargo, caminos alternativos que plantean una ruta de diferenciación. Caminos que aún no están del todo explotados y que ofrecen la posibilidad de vinos novedosos, en sabor, y a los que se les podría sacar partido con marcas curiosas que pinchen al consumidor en su imaginario. A nuestro criterio, estos son tres de esos caminos. Lugares vacantes que los consumidores estamos esperando porque alguien los llene.

Un vino entre el Pinot y la Bonarda. El Pinot Noir es una variedad tinta que está casi en la gama de las blancas por su carácter sedoso y ligero. Ahí están Saurus o Salentein Reserve para atestiguarlo. Sin embargo, entre ella y el pelotón de las tintas, queda un bache grande que ninguna otra variedad cubre. Hay dos, sin embargo, que podrían ofrecer tintos para llenar ese bache. Una es la Bonarda, elaborada en forma de tinto ligero -como puede ser Inéditos Bonarda Pura o, en menor medida, Durigutti Clásico Bonarda- o bien un Sangiovese del que no hay casi ejemplares pero sí hectáreas cultivadas. Hay consumidores -precisamente los que no aman la intensidad ni el impacto, que son muchos- con ganas de vinos más ligeros, perfectos para acompañar picadas, pizzas o pastas con salsa fileto. Y el Pinot Noir, como única variedad disponible, no la cubre porque es esencialmente caro, escaso y complejo.

El terruño accesible. Mucho se habla en nuestro mercado acerca de la necesidad de construir sobre las bases del terruño. Es decir, que el vino tenga verdaderas raíces en la tierra que lo vio nacer y no en las tendencias de venta que marque el mercado de destino. En esa sintonía, en los últimos tres años se avanzó mucho sobre la diferenciación de regiones: ahí están los tintos con tiza del Alto Valle de Uco; los especiados de Salta; los redondos y gordos de Luján; los apretados y refrescantes de la Patagonia. Y el boom de los Single Vineyard, es decir, vinos elaborados de un mismo viñedo año a año, no rinde sus frutos. El problema es que no sirven para hacer docencia: a 200, 300 y hasta 500 pesos la botella, el grueso de los consumidores no puede hacerse una idea del terruño por la simple razón de que no puede probar los vinos y compararlos. Ahí hay una vacante: conseguir vinos que cuenten un origen a precios lógicos no es imposible. Portillo es una marca en ese sentido para Uco, también lo es Tracia para San Juan. Pero son sólo dos ejemplos en una góndola rica en oferta. Recién cuando el consumidor consiga diferenciar a diario los vinos por región podrá dar el salto cuantitativo hacia una alta gama que aspire a mayores sutilezas y precio.

Vinos evolucionados. Mucho se habla sobre el potencial de guarda de los vinos argentinos pero son pocos los tintos que llegan a la madurez antes de salir a la venta. En ese sentido, los tintos de guarda son más una entelequia que una realidad para los consumidores de carne y hueso. Y entre los 2012 y 2013 que hoy lideran el mercado y los 2002 y 2003 que recién cumplirían una década de vida, hay una brecha que nadie cubre y que, en términos de diferenciación de cara al consumidor, sería perfectamente explotable por un tinto de alta gama que saliera ya evolucionado al mercado. Ese estilo, y ese sabor singular que confiere la guarda, no lo cubre nadie más que López, que además ofrece un vino único e irrepetible en estilo. Hay muchos consumidores con dinero que se mueren de ganas por probar el milagro de la guarda y ninguna otra bodega dispuesta a satisfacerlos.


Fuente: Joaquín Hidalgo - Planeta Joy.

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