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¿POR QUÉ LOS VINOS BLANCOS SON MEJORES QUE ANTES?

¿Por qué los vinos blancos son mejores que antes?
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9 minutos

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11/04/2014
Una nueva y vigorizante camada de etiquetas llegó a la góndola para redefinir la calidad de los blancos argentinos. Se sumaron variedades y sabores complejos. Aquí, 10 ejemplares para comprobarlo.

Es indiscutible: algo sucedió en la góndola de los vinos blancos. Casi en silencio, en los últimos años, experimentó una creciente mejoría en estilos y calidad hasta ofrecer hoy una amplitud notable, tanto de variedades como de precios, pero con una constante: es muy raro encontrar un mal ejemplar en los escaparates de venta.

Clásicos como Chardonnay, Sauvignon Blanc y Torrontés, pero también nuevas variedades como Albariño, Riesling y Pinot Gris exhiben nuevos encantos, aunque esta evolución pasó inadvertida para la mayoría de los consumidores de nuestro país, pues aquí el 82 por ciento del consumo de vinos corresponde a cepas tintas, con el Malbec a la cabeza.

Actualmente, una recorrida por la góndola de los blancos permite entrar a un mundo nuevo. A diferencia del monolítico universo tinto, donde los estilos son menos variables y siempre potentes, el horizonte del vino blanco se puebla de novedades: emergen aromas desconocidos -lychee, miel, jazmín y nardos, por ejemplo- y texturas poco exploradas, en donde la tersura gana espacio frente a la carnosidad y en donde la acidez y la frescura son el ABC para la boca, con chispa y buen nervio.

Ahora bien, ¿qué cambió para que podamos poner en foco a los blancos argentinos, sin temor a ofrecer vinos mórbidos o faltos de carácter, como podía suceder hace una década?

EXPANSIÓN Y EVOLUCIÓN

Tres factores contribuyeron al cambio del firmamento de los vinos blancos. El primero, y más importante, es la expansión del territorio cultivable: desde la década de 1990 se estudiaron nuevas zonas, entre las que destacan Alto Valle de Río Negro y Neuquén, en la Patagonia, y Valle de Uco en Mendoza. Con climas de moderados a frescos, contrastan con las insoladas y cálidas regiones que mandan en nuestro país, y allí variedades blancas como Chardonnay y Sauvignon Blanc encontraron una nueva veta de acidez y aromas delicados que tomó muchos años en perfeccionarse. ¿El motivo? La atención de la industria estaba centrada en los vinos tintos.

El segundo elemento de cambio fueron las selecciones de plantas y las técnicas de elaboración. Suena específico y difícil, pero es sencillo y clave. Por un lado, se incorporaron clones franceses para la mayoría de las variedades, además de plantarse uvas raras como Verdelho, Albariño y Pinot Grigio. Por otro, a nivel de elaboración de vinos se avanzó sobre nuevas técnicas: se difundió la idea de que para obtener un blanco expresivo y complejo se debe realizar más de una vendimia. En especial para Sauvignon Blanc, cuya madurez es muy crítica a la hora de conseguir un perfil complejo. Así, se llevaron a cabo hasta tres o cuatro vendimias para un mismo varietal. También se consiguió un mejor manejo de la barrica -sobre todo para Chardonnay- y de las levaduras. Este último punto, por ejemplo, es lo que permitió obtener mejores variedades atípicas, como Riesling.

LOS QUE HAY QUE CONOCER

A continuación, diez blancos que debés probar para conocer el nuevo panorama local:

Altas Cumbres Sauvignon Blanc 2012 ($50). Como coletazo de los nuevos Sauvignon, aparecieron opciones de precio medio como Altas Cumbres, que proponen tipicidad y alta expresión al alcance del consumidor. En este caso, la uva proviene de Perdriel, de ahí que resulte expresivo, con trazos vegetales y de lima y una boca chispeante. Ideal para acompañar frutos de mar.

Norton Roble Sauvignon Blanc 2012 ($60). Uno de los vinos de Bodega Norton que siempre llamó nuestra atención es este Sauvignon Blanc, elaborado con uvas de Agrelo y un 10% de paso por roble. Hace diez años era muy atípico, un tapado de la góndola, y conserva desde aquellos días un aura singular: un Sauvignon de expresión moderada y alta frescura, con volumen apenas subido para la variedad y un carácter nervioso. Es pionero de lo que vino luego. Perfecto para maridar con picadas.

Gran Linaje Torrontés 2012 ($80). A mediados de los 2000 quedó claro que el Malbec precisaba un compañero de ruta. Y así como el tinto fue un invento de los mercados off shore, el Torrontés ganó la competencia por haber seducido al paladar estadounidense. El problema con esta uva criolla es que ofrece una importante carga aromática y floral, pero en el paladar es delgada y algo decepcionante. O así era hasta que llegó Gran Linaje. El primer Torrontés que, con la vendimia 2009, consiguió insertar al varietal en un estilo high class. Es fragante, con notas de jazmín y lychee, buen volumen y frescura moderada. También para beber junto a una picada.

Salentein Reserve Chardonnay 2011 ($90). De la avanzada de los Chardonnay que apuntaron a conseguir elegancia, este ejemplar de Bodega Salentein se cuenta entre los primeros y los mejor logrados. Por un lado, está elaborado con uvas de Uco; por otro, propone un perfil de elegancia varietal sin explorar la madera como recurso evidente. Un vino delicado, con aromas de ananá y hierbas y un sutil trazo de humo, que suma carácter a un paladar bien ensamblado en torno a una acidez muy justa. Para quienes no conozcan mucho de blancos, puede ser una excelente puerta de ingreso.

Famiglia Bianchi Chardonnay 2012 ($90). No todos los blancos modernos provienen del Valle de Uco. Entre las más notables excepciones se ubica este Chardonnay de Casa Bianchi, elaborado con uvas de San Rafael, que en los últimos años encontró un estilo cómodo para el gusto local. Fue un pionero en el empleo de la madera en segmentos de precios lógicos y conserva esa esencia, con un combo de aromática frutada y levemente ahumada, paladar de alta frescura y paso carnoso. Gracias a su carácter moderado, es el blanco ideal para quienes dicen que no les gustan los blancos.

Doña Paula Sauvignon Blanc 2013 ($90). El Sauvignon, para que sea intenso, tiene que ser joven. Y eso lo tienen claro en Doña Paula: este vino es uno de los responsables del relanzamiento de la variedad en la Argentina. Elaborado con un absoluto sentido de modernidad, con uvas de Tupungato, ofrece una aromática muy intensa de lima y maracuyá, además de pasto. Tiene un paladar acuoso y ligero, de acidez alta y abundante sabor. Es un ejemplar del nuevo mundo que sirve para hacer escuela respecto al sabor de la uva.

Laborum Torrontés Oak Fermented 2012 ($110). La única variedad típicamente local es el Torrontés. Resultado de cruzamientos entre variedades, es una criolla devenida en cosmopolita. En ese camino de internacionalización, las bodegas buscaron nuevos rumbos y hallaron vinos como este: fermentado en roble, conserva toda la aromática del varietal salteño pero le suma una boca carnosa y de moderada untuosidad. Es el primer ejemplar que, a nuestro juicio, logra buen balance entre roble y uva.

Catalpa Chardonnay 2011 ($140). Tupungato, en la zona del Peral, bien arriba, se ha revelado en los últimos años como una meca para el Chardonnay. Combina insolación con noches muy frescas y suelos pobres y pedregosos, perfectos para esta variedad. Entre las botellas que elevan la vara está Catalpa, de bodega Atamisque, un blanco de perfil clásico y deslumbrante: con aromas de manteca, ananá, peras y un buen compendio de roble muy sutil, ofrece volumen, sabor y rica frescura al paladar. Para darse un gusto elegante.

DV Catena Chardonnay Chardonnay 2011 ($130). Catena fue la bodega que inició la historia de los blancos con madera cuando, a fines de los 80, contrató al asesor estadounidense Paul Hobbs para el desarrollo de Angélica Zapata. En esa línea, DV Chardonnay-Chardonnay (la repetición del varietal indica que tiene dos orígenes de uva distintos) está elaborado con uvas de Tupungato, en el Valle de Uco, y Agrelo, en Luján de Cuyo. Criado en barricas de roble y de perfil clásico, propone aromas de caramelo y humo en primer término y con frutas en segundo, además de un paladar amplio, carnoso y untuoso, de rica frescura.

Gala 3 2011 ($200). Luigi Bosca es una bodega especialista en vinos blancos. La razón es sencilla: a los Arizu les encantan. De ahí que, echando mano de sus buenas uvas, hace una década lanzaron Gala 3, un corte de alta gama, elaborado con una mayoría de Viognier y Chardonnay (50% y 40%, respectivamente) y un 10% de Riesling. Este vino marcó un importante punto de inflexión en la escena argentina al soslayar el lugar del Chardonnay, algo impensado hasta entonces. De una aromática curiosa, que cruza la expresión floral del Riesling con las frutas blancas del Viognier y la crianza del Chardonnay, al paladar resulta amplio, carnoso y de frescura delicada.

¿Aumenta el consumo de blancos?

Más allá de la prensa especializada y los sommeliers, quienes empujamos el reverdecer de los blancos, el consumo general aumentó entre 2007 y 2013 nada más que un irrisorio 1%, según datos de la consultora CCR. Sin embargo, hay indicios de reactivación, sobre todo en los segmentos medios: por un lado, hay una oferta creciente; por otro, los especialistas los eligen cada vez más. Así, en el mediano plazo, y tal como sucedió con los vinos tintos -en la década de 1980 se tomaban más blancos que tintos-, la ecuación debería cambiar hacia una proporción más razonable de blancos. Por ahora, esos pronósticos están lejos de ser una realidad.


Fuente: Joaquín Hidalgo - Fotos: Santiago Ciuffo // Planeta Joy.

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