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ESTOS SON LOS JÓVENES ENÓLOGOS QUE VAN A REVOLUCIONAR EL VINO ARGENTINO

Estos son los jóvenes enólogos que van a revolucionar el vino argentino
Tiempo de lectura:
9 minutos

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18/03/2015
Tienen menos de 40 años, son enólogos y hacen algunas de las etiquetas más reconocidas del país.

Sebastián Zuccardi (34) es incontrolable. Una fuente de energía apasionada lo mueve allí donde el terruño lo llame. Un día puede estar dos metros bajo tierra, en el medio del Valle de Uco, analizando el tipo de suelo. Al otro en Barreal, en el Valle de Calingasta -San Juan- donde encontró vides de bonarda y criolla con 80 años de antigüedad, que ahora vinifica en el garaje de un amigo y comercializa con el nombre de Cara Sur.

Fue su abuelo, el ingeniero Alberto Zuccardi, quien creó la bodega. Su padre, José "Pepe" Alberto la llevó al estrellato y Sebastián es el responsable del futuro. "Cuando terminé la escuela técnica en Mendoza", dice, "con una especialización en vitivinicultura, tenía que elegir entre estudiar enología y agronomía. Elegí la segunda y creo que fue una decisión clave en mi vida. Ir del campo hacia la bodega es mucho más fácil y real que hacer el viaje inverso. Entender la tierra en el vino es lo que me propuse".

La generación de su padre encontró en el malbec el vehículo de comunicar el vino argentino. Quien supo aprovecharlo, como Pepe, instaló su marca como productor. "Y fue una suerte", completa Sebastián, "porque finalmente pudimos ser reconocidos en el mundo como grandes productores y, hacia adentro, el mercado se volvió más curioso y exigente. Ahora tenemos que redoblar la apuesta. Cuando se habla de vino francés, se habla de regiones y subregiones: de terroir, esa mezcla de geografía, clima y cultura: champaña, borgoña, burdeos... Si hay algo que podemos dejar como herencia son esos nombres en nuestro país. La tierra es lo único que tenemos y su identidad es también la nuestra".

Sebastián realizó siete vendimias en diferentes lugares del mundo para adquirir experiencia y volver a la bodega de su familia. Trabajando duro en el Valle de Uco, donde produce la línea Aluvional, encontró que cada finca -aunque tengan una distancia de 3 km entre sí- había reaccionado diferente ante el avance del agua en tiempos pasados, dando una conformación de suelos distintos y, por lo tanto, donde se cosechan uvas que, a pesar de ser de la misma variedad, daban resultados diferentes. "Estoy convencido de que el suelo calcáreo modifica el cuerpo y el volumen del vino, por eso hablar de Uco como una región es abarcar mucho. La Consulta, Altamira, San Pablo, esos son los nombres que quiero dejar para el futuro. Quien hace vino no debe intentar igualar las regiones en un producto normalizado, sino encontrar la forma de expresar su singularidad". Zuccardi decidió para la etiqueta de su Finca Los Membrillos -tal como hacen algunos vinos franceses- no informar la variedad en la etiqueta de adelante sino en la de atrás, para señalar la importancia del terroir sobre el tipo de uva. Toda una apuesta.


Mariano Quiroga

Ser siempre distinto

Mariano Quiroga (33) estudió enología en Mendoza e hizo su primera experiencia en Bodegas Chandon, con Terrazas de los Andes, y luego en Catena Zapata junto a Alejandro Vigil, hasta que decidió cambiar el horizonte y mudarse a Cafayate para trabajar en Bodegas El Porvernir. "El cambio para mí fue doble", dice, "de trabajar con 40 millones de litros pasé a medio millón, de una estructura enorme a una bodega boutique manejada por una familia que me adoptó como un hijo". Quiroga explica también que el terreno es muy diferente, que la altura, la radiación solar y sobre todo la gente de Salta hicieron que reconfigurase su manera de hacer vino. "Nuestra bodega tiene todo lo que se necesita para producir, sus fincas, sus tanques, su línea, si algo sale mal no le puedo echar la culpa a nadie".

De todo lo que produce Mariano, el 60% se exporta, aunque el otro 40% ha ganado un terreno importante, tanto en el NOA como en ciudades importantes del país. Un torrontés expresivo y moderno, y un tannat que desafía todos los prejuicios sobre su variedad, forman parte de sus éxitos. La ayuda de Paul Hobbs -el enólogo y consultor americano- fue importante para darle un perfil novedoso a estos vinos. "El torrontés lo cosecho en tres estadíos distintos para mantener un buen aroma frutal sin perder su sabor característico, lo que da un producto muy bebible y fácil de comprender en todo el mundo. El tannat es mi hijo rebelde, hay que dormir abajo de la parra para cosecharla en el momento justo, porque es una variedad dificilísima".

Quiroga adoptó varias novedades para la bodega. "En El Porvenir hacemos de nuestra línea Amauta, además de los varietales y tres cortes clásicos, un blend que año a año cambia según las variedades que han dado mejor resultado en la cosecha. Se trata de una manera dinámica de ver este trabajo y no pensar que el vino debe ser igual año a año, sino cuál es el mejor vino que se puede hacer en un momento determinado".

"El vino argentino está instalado en el mundo así como el salteño tiene una recepción creciente en nuestro país. La tarea de mi generación es seguir y profundizar ese camino, ir con la botella bajo el brazo adonde haya que ir, comprometerse con todos los estadíos de la producción, desde la uva hasta la comunicación, saber que si paramos hay miles de bodegas atrás de nosotros esperando por ese lugar".


Paula Borgo

La ciencia y el vino

Paula Borgo (37) estudió bromatología en Mendoza y para su tesis eligió como tema las levaduras indígenas de la uva, es decir, los microorganismos que transforman el azúcar de la fruta en alcohol. "Y fue en ese momento cuando el vino captó mi atención y nunca más pude hacer otra cosa". Paula viajó por Estados Unidos y España para terminar su formación hasta que, a los 26 años comenzó su trabajo en Séptima -la bodega del grupo español Codorniú- primero en el laboratorio, luego como segunda enóloga, y hace ya varios años a cargo de la dirección enológica de la empresa.

"Con Séptima sucedió algo muy interesante", explica Borgo, "cuando comenzamos a caminar los viñedos y a estudiar las uvas y su potencial, nos dimos cuenta de que teníamos entre manos una excelente calidad y que podíamos dirigirnos a un sector de alta gama. Es importante estar cerca de la fruta, probarla y analizarla para imaginar los vinos antes de tener alguna idea muy preconcebida".

Paula fue una de las primeras en entender la transición que todavía se está produciendo en el vino nacional, de productos donde la madera casi tapaba la variedad a vinos con mayor presencia frutal, frescura y cierta identidad de lugar. "Esto se puede notar en las catas verticales" -probar un mismo vino de distintas añadas-, de nuestro Gran Reserva: es el vino ícono de la bodega (aunque, en voz baja, dice que pronto está por salir a la venta uno muy especial) que fue evolucionando a lo que es hoy, una etiqueta que en los últimos tres años suma 7 premios y todavía va por más". Si bien el Gran Reserva es un blend de malbec, cabernet y tannat, Borgo dice que está muy orgullosa de su cabernet sauvignon Obra. "Cuando probé esas uvas en Agrelo me di cuenta de que podía hacerse un cabernet original, con poca presencia de notas verdes y piracinas, con la fruta muy adelante". Es un cabernet diferente que encaja con los gustos jóvenes y por eso tal vez fue Medalla de Oro en un concurso donde los jurados que elegían a ciegas tenían menos de 30 años.


Matías Riccitelli

De tal padre, tal hijo

Matías Riccitelli (33) nació en Salta aunque podría haberlo hecho en Mendoza. Su padre, Jorge Riccitelli, estaba a cargo de Etchart antes de afincarse en Cuyo para hacer los vinos de Norton. En aquellos parajes cafayateños, Matías pasó una infancia vinícola. Tal vez por eso, una de sus líneas de vinos -donde brillan un sauvignon blanc filoso y exquisito, y un rosado con aires mediterráneos- se llame "The apple doesn't fall far from the tree" que en español significa que la manzana no cae lejos del árbol, algo así como de tal palo, tal astilla.

"En 2002 comencé a trabajar en la bodega mendocina Fabre Montmayou y ya desde 2003 hasta 2009, aun antes de recibirme como enólogo, comencé a viajar por el mundo para realizar dos vendimias al año. Una en Mendoza y una en Francia, o en Italia, en Portugal, en Austria. Luego fui a Australia y a Nueva Zelanda. Creo que esa fue mi mayor formación", dice. "A partir de esos viajes comencé a cuestionar la tradición clásica francesa de Fabre y también la de mi padre. Creo que ahora llegué a una síntesis de lo mejor de los dos mundos. Siento que hemos aprendido mucho pero todavía nos queda un trabajo enorme por hacer".

EL FUTURO MAS ALLA DEL MALBEC

"Creo que para variedades que iluminen nuestros mejores terroir, como Gualtallary en el Valle de Uco o Agrelo en Luján de Cuyo, el malbec va a seguir a la cabeza y es el cabernet sauvignon quien tiene todo para ser otra gran variedad argentina. El tiempo dirá". En esta afirmación de Paula Borgo, la joven enóloga de la bodega Séptima resuena una pulsión compartida por la mayor parte de los colegas de su generación: el vino argentino debe y puede expandirse más allá de su cepa emblemática. Cada vez hay mayor tradición y comprensión para elaborar excelentes vinos de uvas como el cabernet, el tannat, el pinot noir, la bonarda, el tempranillo y, obviamente, el argentinísimo torrontés. "El vino argentino ya tiene identidad y ahora es nuestro momento, el de los enólogos", afirma Matías Riccitelli, hijo del prestigioso Jorge Riccitelli y una de las figuras más destacadas de la escena del vino argentino de nueva generación. "Creo que en este tiempo, mi mayor desafío es encontrar el lugar perfecto para la variedad indicada", completa.


Fuente: rumbosdigital.com.

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