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RESPIRACIÓN ARTIFICIAL: ¿CÓMO HACER QUE EL VINO HUELA BIEN EN POCO TIEMPO?

Respiración artificial: ¿cómo hacer que el vino huela bien en poco tiempo?
Tiempo de lectura:
3 minutos

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29/03/2016
Cuando el vino que estuvo guardado no huele a nada entonces hay que suministrarle una bocanada de oxígeno. ¿Cómo hacerlo?

La botella lleva guardada algún tiempo. Durmió su larga siesta en el fondo de un placard oscuro, apenas unos pocos años, pero los suficientes como para que el sueño del bebedor haya brotado en expectativas. La botella está en la mesa y sobre la mesa están también los platos. Ha llegado la hora del descorche. La hora de la verdad.

Al cabo de unos minutos, el vino no huele a nada. Se intuye, sí, el alcohol. También se adivina un rastro de encierro. Pero nada de lo que el bebedor esperaba. Justo, diría Murphy, el de las leyes, cuando la comida está lista y los comensales expectantes, el vino queda mudo.

Respiración Artificial

Ahí es cuando resulta útil un decantador. Son pocas las oportunidades de usarlo, pero un pulmotor de cristal sería la forma más adecuada de hacer entrar en cintura a ese vino que no dice nada, que no arroja nada sobre nuestra decepción.

Los hay de muchas formas. Los mejores son los clásicos, de cristal. Dos litros es lo ideal. Los pagás desde 600 pesos online, aunque algunos más sofisticados, como Riedel Boa o Riedel Amadeo, superan largamente los ocho mil. Acá podés comprarlos.

También hay otro bastante ortopédico pero absolutamente funcional, que se llama Magic Decanter o Wine Venturi y se consigue en Vinotecas. Ni más ni menos que un embudo cibernético, que tiene dos pequeños orificios laterales. Por ellos, mientras el vino desciende, absorbe aire con tanta velocidad, que incluso chifla como una pava al fuego.

Son fáciles de limpiar y cuestan unos 600 pesos en tiendas online.

Otro plan posible, más criollo aunque menos vistoso, es repartir todo el volumen del vino en varios copones y volverlo a poner en la botella. Es algo impráctico porque suele volcarse una cantidad en giros e impericias, pero se resuelve si hay a mano un buen embudo.

¿Por qué debe respirar el vino?

El vino, como un animal encerrado, está en permanente demanda de oxígeno. Tanto, que todo el que está molecularmente disuelto en su líquido, lo emplea rápido en procesos químicos que tiene lugar poco tiempo después del embotellado: así abrillanta sus aromas, perfila un color más fino y redondea sus taninos.

Pero cuando ese oxígeno empieza a escasear, a diferencia de un animal, no muere, sino que se reorganiza para una suerte de hibernación. Se reduce, así se llama en términos técnicos, de tal forma que llega a inventar aromas nuevos. Aromas que con el tiempo devienen importantes y que, sin una buena cuota de oxígeno, no vuelven a la vida como un destacado bouquet.

De modo que, si uno quiere que la botella esté en plena forma a la hora de la comida, tiene dos caminos posibles: o bien la abre mucho rato antes o bien la decanta. Porque al cabo de algunos años, la necesidad de oxígeno de una botella de vino puede ser mucha. Tanta, que incluso puede lucir marchito un buen par de horas, las justas para frustrar toda la fantasía de la espera.

Fuente: Joaquín Hidalgo - Vinómanos

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